Sí, señores. Después de tantos años con Orange y prepago, hoy me he decidido a dar el salto a Vodafone y contrato. Tras acordar todo lo que tenía que acordar, firmar todo lo que tenía que firmar y soltar 20 euros de fianza, me fui de la tienda oliendo a móvil táctil con una pantalla intacta y no del negro caractrístico de mi móvil habitual. Un Samsung Onix gratis, para más señas, el rosita, arrebato de la pija pijísima que llevo dentro.
Una hora más tarde, Orange me ha hecho volver al redil del naranja. Tengo un Samsung Onix, el normal supongo, por la cara y sin pasarme a contrato, con 90 minutos gratis y los 20 euros de fianza me los meten como saldo en el móvil. Es decir, iba a hacer un cambiazo, y ahora no sólo no cambio si no que consigo todo lo bueno del cambio sin cambiar. Me siento cool.
El colmo, así de simple. Las perrerías se van acumulando, y ahora es cuando, estúpida de mí, me doy cuenta de lo que pasa. Iba a haber ido a un cumpleaños, y no pude. Soy mala, malísima. Gracias por desaparecer de repente, ni lo he notado. Tampoco me he dado cuenta de ese famoso y esperado concierto, al día siguiente en vuestros estados. Ni me doy cuenta cuando comentáis una foto en la que estoy, y acto seguido aparece que habéis subido de nuevo la misma foto pero sólo con vosotros etiquetados. Me jode que haya pasado esto, porque no entiendo a qué viene. Pero no pienso hacer nada, lo estáis dejando muy claro, intentarlo sería un gasto absurdo de tiempo y saliva. Con vuestro pan os lo comáis. Fuisteis muy grandes. Es lo único que tengo que decir.
Llorando, sí, no me avergüenza decirlo. Llevo todo el día con ganas de llorar, y ahora, por fin, estoy llorando. ¿Por qué? Porque no entiendo a la gente. Empiezo a pensar que soy la única cuerda en un mundo de locos, o peor, que soy la única loca en un mundo de cuerdos. Basándome en mis relaciones sociales de las últimas 48 horas, el porcentaje de gente que me ha rodeado que utiliza la lógica y el sentido común a la hora de hablar no debe de superar el 10%. Y me temo que estoy siendo optimista.
Necesito una buena borrachera. Necesito una noche de fiesta en la que realmente no me preocupe de nada más. Necesito poder dormir sin estar pendiente del reloj. Necesito volver a ser lo que yo era: yo. Y recomendar sin sentimiento alguno de culpa a la gente que me rodea que se meta sus demostraciones, sus celos, sus inseguridades, sus problemas y sus mierdas por el recto. Que bastante tengo con soportarme. Ser un día, un sólo día, egoísta. Egoísta de verdad, no como se me considera todos los días. Egoísta e irresponsable. Da igual lo que haga. La cagué, y lo voy a tener hasta grabado en mi puta lápida.
No me interesa tu novio, CÓMETELO. No se me va a olvidar limpiar, ni recoger, ni tender o destender la ropa, vamos, un mínimo de confianza. No voy a dejar de ayudarte a estudiar, puesto que no me das un puñetero descanso. No pienso faltar a nada, ahí muera en el intento. No he terminado de estudiar, ni tengo el día libre por no tener clase. No va a haber movidas, al menos no contigo. No voy a fallar a nadie, más que a mí misma. Pero de éso sólo me preocupo yo.
Sí, señores. Después de tantos años con Orange y prepago, hoy me he decidido a dar el salto a Vodafone y contrato. Tras acordar todo lo que tenía que acordar, firmar todo lo que tenía que firmar y soltar 20 euros de fianza, me fui de la tienda oliendo a móvil táctil con una pantalla intacta y no del negro caractrístico de mi móvil habitual. Un Samsung Onix gratis, para más señas, el rosita, arrebato de la pija pijísima que llevo dentro.
